"La Silla de Enea" 🪑

lunes, 6 de febrero de 2023

Vivimos inmersos en las redes sociales: twitter, whatsapp, tik tok, y del zapping: youtube, plataformas como Netflix, HBO, Apple… En esta sociedad conversar se convierte en un lujo, no tenemos tiempo para tener una conversación, solo lo hay para intercambiar mensajes.

 

Cuando nos llega un mensaje largo no lo leemos, por ello, debemos aprender a comunicarnos con pocas palabras. A través de nuestros teléfonos móviles, compartimos imágenes, sensaciones, emociones, utilizando signos lingüísticos y emojis para comunicar lo más velozmente posible lo que sentimos. Si podemos decirlo con una imagen en vez de con palabras, mejor. Comunicarnos con frases breves, con mensajes sin grandes complicaciones. La conversación distendida, sin mirar al reloj, es algo extraño en nuestra vida cotidiana, se reserva a los momentos festivos y de ocio, a las sobremesas de vacaciones.

 

Cuando hablo de conversar, estoy hablando de un arte, que no podemos improvisar. Para que nazca un pensamiento es necesario construir una frase y hallar los conceptos adecuados, pero, para descifrarlo, también necesitamos tiempo de escucha y de comprensión. Todo parece muy extraño y anticuado en nuestro contexto actual, pues no encaja con los tiempos que vivimos.

 

La conversación es un manantial de palabras y de gestos, es un ir y venir comunicativo. Exige tiempo y escucha. Sin un interlocutor reciproco es imposible la comunicación. Se requieren dos personas dispuestas a salir de sí mismas, a contemplar y a recibir lo que el otro lleva en sus adentros.

 

La conversación es un proceso que no obedece a una razón instrumental. Es un fin en sí misma. En esencia, constituye un intercambio libre de ideas, un camino que construimos andando, pues no conocemos el destino ni los temas a tratar.

 

Conversar solo es posible si estamos dispuestos a salir de nosotros mismos, para dar a conocer lo que anida en nuestro corazón, pero, además, requiere en nuestro interlocutor una actitud de escucha, vaciarse de sus propias ideas para darle sitio a los pensamientos e ideas que formulamos.

 

Muchas veces, sin embargo, en nuestras conversaciones seguimos la estela de nuestro pensamiento, desconectamos de las ideas del otro y persistimos en nuestra visión unilateral. No nos enriquecemos con el espíritu de nuestro interlocutor que ha compartido con nosotros. Lo que ocurre en este caso no puede decirse en sentido literal, conversación. Cuando la conversación busca el puro placer del intercambio gestual y verbal, la conversación adquiere su pleno sentido y se convierte en una de las formas más bellas de placer espiritual.

 

Estas ideas me vienen a la mente después de haber disfrutado en la tarde del sábado de un rato de conversación y coche con mi amigo Juan Antonio García Monclova.




 

Enrique Román Sedano

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