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jueves, 2 de febrero de 2023

Eufemismos

 Eufemismo [Del lat. euphemismus, y este del gr. Euphēmismós]. Dícese de aquella palabra o expresión más suave o decorosa con que se sustituye otra considerada tabú, de mal gusto, grosera o demasiado franca.

Resulta curioso ver cómo pese a estar plenamente inmersos el país de las etiquetas -que no de etiqueta-, donde al mínimo pronunciamiento público se nos encasilla en la más miserable y estereotipada estantería de adjetivos en la que sólo caben los colores blanco o negro, a más de un abanderado de la pluralidad social se le atragantan las verdades. Permítaseme el lujo de entrar a este juego de no dar nombres y apellidos propios, pues podría yo incurrir en la tendenciosa situación de ser tachado erróneamente de cualquier denominación con la que, probablemente, no me sentiría del todo identificado. La respuesta es bien sencilla y se ilustra fácilmente con una de las anécdotas cotidianas que acostumbro a relatar en mis textos.

Afortunadamente, por el armario empotrado de la habitación de mi casa han pasado infinidad de prendas de vestir puesto que, como ocurre en la mayoría de los hogares españoles, en mi familia existe la dichosa costumbre de heredar aquellos elementos que se conservan en buen estado y admiten más puestas -esto sí que es verdadera economía circular y no lo que pretenden vendernos desde Bruselas hoy día-.

De entre todas las piezas, admito tener auténtica devoción por las camisas antiguas, cuya calidad supera con creces las de hoy día. Tal es mi indecisión que todas ellas, pese a no ser de mi gusto o no estar en el mejor estado posible, han llegado a pasar en mi armario largas temporadas hasta que en un acto de libertad de elección y sin más presión que la que puede llegar a ejercer una madre por no coincidir con su exquisito gusto, hago el esfuerzo de pasar aquellas que no son de mi agrado hacia los siguientes sucesores de la cadena familiar, con la plena confianza de que alguno las tome como suyas. Ahí considero que reside el verdadero espíritu crítico, en asumir que cada persona trasciende los límites de la frívola etiqueta que otros imponen a su antojo, en reconocer que, aunque en tu armario sólo existan dos colores, en el de tu vecino pueda haber cinco y no por ello tu gusto es mejor que el suyo.  

Pero, sin duda, lo que ha de quedar sumamente claro tras mi chascarrillo de los miércoles es que, dentro de este amplio espectro de puntos de vista no se puede caer en el error de faltar a la verdad: mi camisa favorita, la amarilla de lino, seguirá siendo amarilla hasta que el último de mis jóvenes allegados decida desecharla o tirarla; lo acontecido la semana pasada en la ciudad algecireña no fue un fallecimiento sino un vil homicidio, por mucho que algún personaje con traje, corbata e ínfulas de una grandilocuencia fingida se empeñe en hacer del eufemismo su argumento político y no cesar en el empeño de intentar hacerte ver marrón el amarillo de mi preciada camisa.

Descanse en paz.




Heras y Liñán.

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