"La Silla de Enea" 馃獞

jueves, 16 de febrero de 2023

El maldito folio en blanco

 Hace no mucho tiempo tuve el inmenso placer, o mejor dicho el lujo, de compartir tiempo, espacio e ideas con una de las figuras docentes que m谩s pasi贸n por su trabajo he visto irradiar. Este hombre es de esos que apuran hasta los 煤ltimos segundos en el aula, de los que llevan por bandera su profesi贸n y s贸lo con abrir la boca transmiten al tan denostado alumnado actual una vocaci贸n desmedida cada vez m谩s dif铆cil de encontrar.

Pocas veces escribo tan seguro de ostentar la verdad entre mis manos, pero creedme por una vez, os lo dice uno que se considera asimismo como alumno vitalicio y que ha pasado m谩s tiempo del que a priori le correspond铆a entre viejos pupitres. Uno crece y malpiensa que va cerrando etapas de su vida progresivamente dando err贸neamente por sentado que, despu茅s de tantos a帽os escuchando a aut茅nticos profesionales, sabe algo de esta vida. Hasta que, como pasa con la vida misma, llega alguien que “te pone en tu sitio”, a golpe y porrazo.

Esta persona de la que hablo “me puso en mi sitio” un d铆a en el que la frustraci贸n por no saber abordar un trabajo de escasa entidad se apoder贸 de m铆, no fui capaz de escribir m谩s que la fecha y la transcripci贸n literaria del enunciado dictado en clase. Como yo, otros diecinueve alumnos m谩s y, sin querer refugiarme en el mal de muchos, he de decir que todos coincidimos en la tan desmedida ambig眉edad que desprend铆a el dichoso parrafito que se nos hab铆a planteado. Desconozco si todo ello fue intencionado o no, lo cierto es que aquel d铆a al cruzar el umbral de la puerta del aula me fui con la sensaci贸n de saber que ese d铆a, mi largo viaje en tren hab铆a merecido pena.

Este hombre, abrumado por nuestra incompetencia, o eso interpret茅 por sus peculiares formas de expresi贸n no verbal, baj贸 los tres escalones que separan el estrado de los pupitres para tomar asiento junto a nosotros. Tras ello, nos cont贸 la historia de una de las mentes m谩s brillantes del siglo XX que, como alumno que de nada sabe ni entiende, me ahorrar茅 repetiros. Se trataba del norteamericano Thomas Edison, un polifac茅tico cient铆fico y empresario que dedic贸 gran parte de su tiempo y esfuerzo a mejorar con sus numerosas creaciones la vida de los dem谩s y que, como suele ocurrir con todos los genios de su calibre, la historia de su prol铆fica carrera se limita a enumerarnos exclusivamente sus m煤ltiples 茅xitos, mostr谩ndose al mundo como una ic贸nica figura ensimismada y rodeada por falso aura de deidad impropio de la 煤nica especie animal que tropieza dos veces con la misma piedra.

De Edison hemos heredado sus abundantes aportaciones en el mundo de la electricidad o el fon贸grafo, pero sin duda, Thomas pas贸 a la historia moderna mundial por ser quien dio luz la bombilla incandescente. Ning煤n libro de historia nos cuenta el c贸mo lo hizo, ni cu谩nto tiempo le llev贸 su desarrollo, pero tras su presentaci贸n a la comunidad cient铆fica mundial dej贸 la que, probablemente, sea su mejor herencia como inventor, apuntando lo siguiente:

“Conozco 999 formas de c贸mo no hacer una bombilla”

Esto es lo que separa a los genios de las personas de a pie. Uno puede carecer de aptitud (con P) fruto de la duda o el desconocimiento sobre algo y dejar el folio en blanco como yo hice aquel d铆a. Esa ma帽ana aprend铆, gracias a mi gran profesor EAHV, que s贸lo la actitud (con C) puede relegar cualquier otra virtud a un segundo plano.

¡M脕NCHATE LOS PU脩OS DE TINTA! S贸lo se equivoca quien no se atreve.




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