"Allí donde las huellas se convierten en estelas, allí en el Finisterre en la cruz del fin del mundo, comienza el verdadero camino"
El Camino de Santiago es la denominación que tienen las
rutas de peregrinación cristiana de origen medieval que se dirigen a la tumba
de Santiago el Mayor, que se sitúa en la catedral de Santiago de Compostela, donde
llegan al año más de 300.000 peregrinos desde todos los rincones del mundo.
José Miguel
Andrade, experto en el Camino y profesor de Historia Medieval de la Universidad
de Santiago de Compostela, afirma que “la tradición cuenta que el obispo Teodomiro informa al rey Alfonso II de
que fue hallado el cuerpo de Santiago y el rey viene en peregrinación hacia el
año 820, convirtiéndose en el primer peregrino”, con el fin de corroborar dicho descubrimiento
del prelado. Ese viaje habría dado lugar además al surgimiento del primer
Camino, el conocido como el Camino de Santiago Primitivo desde la actual Oviedo.
Muchos de los peregrinos plantean este
camino como un reto deportivo, una experiencia religiosa o una búsqueda hasta
el interior de uno mismo, lo que sin duda asombra es hacer un viaje a través de
la historia y volver a décadas antiguas, con su gente, sus pueblos desiertos devorados
por la naturaleza y por su gastronomía.
Una de las cosas que más valoro del
Camino es la SOLEDAD. El tiempo de estar contigo mismo, sin nadie
a quien engañar con disfraces o caretas, sin nadie con quien fingir ser alguien
que no soy. Mire por donde mire, no hay nada más que yo, no desviar pensamientos
y reflexiones que siempre dejo para mañana, no poder escapar de mis ángeles y
demonios. Esa SOLEDAD desgarradora que te obliga a enfrentarme a ti
mismo, la soledad enriquecedora la llaman…
En definitiva, el camino es
compañerismo, fraternidad, convivencia y generosidad, relacionarte con otros peregrinos
y lugareños. Pero sobre todo el camino es ese silencio ensordecedor en el que
solo escuchas tus fantasmas interiores luchando por salir a la superficie, grandes
momentos que los valoras en el momento, pero sobre todo cuando vuelves a casa.
En ese momento, en esa inmensidad, en esa soledad y en
ese silencio, os juro que me sentí infinito, siempre hay una cruz en cada fin
del mundo, que separa el más allá del aquí y ahora…
Ultreia et Suseia
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