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miércoles, 18 de enero de 2023

Breve apunte sobre la inspiración

 Recuerdo como si fuese ayer mismo cuando en mitad de una clase, estando yo en el colegio de la calle Lepanto, mi estimada profesora Joaquina me reprochaba ser un niño demasiado metódico a la hora de resolver mis primeros problemas de matemáticas. Lo cierto es que, a esa edad, mi mayor preocupación (y casi que la única) era poder derrotar en la media hora del recreo a los de la clase de enfrente en la pachanga diaria de las once y media. Con el tiempo, uno se da cuenta del porqué era tal la admiración de nuestros padres hacia esos maestros de escuela, como ellos llamaban, o los profesores old school, como los denominan esta nueva generación. “Joaquina dio en el clavo”, soy una persona de costumbres fijas, incapaz de poner pie fuera del polígono cuadrado salvo en muy contadas ocasiones.

Cada mañana, acompaño religiosamente el primer sorbo de mi café con la lectura de las noticias de prensa más sonadas en la red. Cada mañana es mayor mi incertidumbre hacia lo que voy a encontrarme y hay días en los que incluso abandono mi momento de lectura mucho antes de dar el último buche. Pocas cosas suelen causarme indignación y, sin ser yo devoto de esta era de la cancelación y el linchamiento público en la web hacia opiniones contrarias a la mía, hay ocasiones en las que el silencio no cabe como respuesta. Voy a tomarme humildemente la licencia de utilizar este blog como saco de boxeo en ocasiones como la que me abrumó este preciso lunes, cuando a regañadientes escuchaba por parte del actor y director de cine Eduardo Casanova las siguientes declaraciones:


“La verdad es que no veo cine, no veo ninguna película, solamente lo que ya he visto antes, mis películas favoritas: La semilla del diablo, Crash de David Cronenberg, etc. No veo cine porque cuando estás en un proceso creativo inconscientemente repites algo que ya has visto antes. No veo cine porque me he dado cuenta de que me divierte mucho más hacer películas que verlas, la única que he visto es Mantícora de mi amigo Carlos Vermut y creo que es la mejor de este año y espero que se lleve todos los premios”.


Desde el punto de vista de Pepe, un modesto aficionado al séptimo arte (cine) que se ha iniciado recientemente en el mundo del sexto arte (literatura) y que eligió como campo profesional la primera de las bellas artes por antonomasia (arquitectura), la intervención del joven Eduardo en la cadena SER ha terminado por constatar que cualquiera que se pone delante y/o detrás de una cámara de cine, no merece la honorable distinción de cineasta. Ser cineasta es mucho más que escribir un guion subvencionado desde la ignorancia y la soberbia más absoluta creyendo estar descubriendo algo nunca visto anteriormente.

Afortunadamente, han sido muchos los que han aportado su granito de arena cuando la censura, la economía de las productoras y los medios tecnológicos distaban mucho de un presente donde parece valer todo, cueste lo que cueste. A continuación, algunos nombres que, al no haber visto nada de cine no vas a reconocer, han contribuido en el lento proceso de hacer de las grandes pantallas un medio informal de aprendizaje continuo. Quentin Tarantino (2 Oscars y 3 Globos de Oro) nos sorprendió en una entrevista en 2004 en la BBC al comentar: “Cuando la gente me pregunta si estudié cine les respondo que yo en su lugar iba al cine”. A Martin Scorsese (1 Oscar y 3 Globos de Oro) le pidieron encarecidamente enumerar sus diez títulos favoritos, respondiendo este con una lista de 125 nombres. Francis Ford Coppola (1 Oscar y 2 Globos de Oro) dirigió sus mejores películas (Apocalypse Now, El Padrino I y II, Drácula) basándose, libre de complejos, en novelas literarias ya escritas (El corazón de las tinieblas, la novela de Mario Puzo del Padrino y la novela de terror de Bram Stoker). 

Por concluir y hacer alusión al tema que da nombre a la presente columna, la inspiración hace siglos que dejó de relacionarse con lo divino, según hemos aprendido de la mitología los griegos eran fieles creyentes de la existencia de las musas que bajaban del cielo a susurrar a los artistas mortales inmersos en pleno proceso creativo y deshacerles de su particular enredo para dar a luz brillantes obras artísticas. Lo cierto es que siendo tú detractor declarado de lo sacro, como escuchaba igualmente en otra de tus entrevistas al comienzo de la semana, puede uno deducir sin ningún tipo de dudas que en tu caso la inspiración quizás te visite mientras duermes y en lugar de musas, te susurren las musarañas.




Heras y Liñán.

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