Desde las trabajaderas…
Por todos es sabido la lluvia de críticas que siempre han
rondado en las cofradías al mundo del costal. Sobre todo, por gente que jamás
se ha metido ni se meterá debajo de los pasos. Cofrades sí, pero de segunda, ya
sean o no miembros de Juntas de Gobierno, para mí, cofrades de segunda. Es ahí,
bajo las trabajaderas, en ese madero de gloria, donde te enseñan a querer al
compañero. A no sentirte un ser superior como algunos nos denominan, pero si un
verdadero privilegiado. A respetar a tu capataz, la cuadrilla y el trabajo que
se realiza. Donde todas las clases sociales se igualan por el amor a Dios, que
para nosotros es lo más valioso. Donde si un amigo sufre, le arrimamos el
hombro a pesar de nuestras penurias cuando los kilos más aprietan. Donde se
viven las mayores emociones que puedas experimentar. Donde los ojos se te
llenan de lágrimas portando un pilar fuerte de nuestras vidas, donde los
hombres de María nos sentimos realizados. Donde el oficio por derecho y sin
titubeos se siente de verdad, como el toreo puro, sin engaños y de frente. En
definitivas, desde las trabajaderas se viven los mismos sentimientos que en
nuestra propia vida; sufrimiento, alegrías, risas, llantos y emociones. Como
dijera en su día don Manuel Santiago, “para que los años se
rompan en el tiempo, pero que el amor al costalero siga vivo”
Por todos aquellos hombres que hacemos protestación pública
de fe, llevando a casa de todos aquellos enfermos e impedidos las Sagradas
Imágenes de su Hermandad. Por todos aquellos aficionados al mundo de abajo que
sienten la costalería como parte de su vida, sirvan estas líneas como
reconocimiento al trabajo bien hecho.
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva María Santísima!
Desde la botica
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