El pasado viernes, primero de
Cuaresma, tuve ocasión de vivir el Viacrucis de las hermandades de Lora del
Río. En esta ocasión, acompañando al Santísimo Cristo Yacente de la Real
Hermandad del Santo Entierro de Ntro. Señor Jesucristo y María Santísima de las
Angustias. Después de la Eucaristía, iniciamos un camino espiritual por la Vía
Dolorosa hasta el Calvario, la meditación de las estaciones nos fue acercando
al Misterio con mayúsculas, como Dios se encarna en su Hijo Jesucristo para
nuestra salvación.
En el Evangelio de Lucas, el
evangelista expresa en diversas ocasiones que María, ante las palabras, los
milagros, la misión de Jesús, guardaba todas estas cosas en su corazón. Ese es
el secreto para vivir este Misterio que da sentido a nuestra fe. María, maestra
en la fe, nos enseña que, solo pasando, la Pasión de Jesús por el corazón,
podemos Creer. La misma etimología de la palabra “Creer” nos dice que su origen
está en poner el corazón.
La meditación de cada
estación, fue un regalo, caminar al lado de la sagrada imagen, sentir cerca el
Misterio que expresa este Cristo yacente, despojarte de tus preocupaciones y
hacer silencio interior para dejarte llenar por Él. Cada estación permite
acercarte a ese camino propio y también de nuestros hermanos que nos lleva a la
cruz. Poder como Jesús abrazarte a esa cruz, la de tu propia vida.
1º estación: Jesús sentenciado
a muerte. Cuantas veces condenamos a muerte a las personas que se cruzan en
nuestra vida. Con nuestros comentarios, sentencias, críticas… La sentencia a
muerte en la guerra, la pobreza, el aborto. Tantos cristos de este mundo.
2ª estación: Jesús cargado con
la cruz. Cada uno carga con su cruz, pero Cristo nos enseña que Él carga con
nuestras cruces, si creemos, Él nos cogerá en sus brazos y hará como dice la
escritura, el yugo ligero y la carga llevadera.
3ª estación: Jesús cae, por
primera vez, bajo el peso de la cruz. Cuantas veces caemos y cuantas volveremos
a caer, muchas veces la cruz nos pesa mucho, en otras tropezamos. Pero, siempre
debemos ponernos de pie, intentarlo, pedir a Dios que nos ayude, pedir a
nuestros hermanos que nos ayuden.
4ª estación: Encuentro con la
Virgen. Ella es la Madre que nos acompaña siempre, como hizo con su hijo.
Siempre está ahí, pendiente, dispuesta a escuchar, la caricia constante del
alma atribulada. Que hay mejor que dejarse acompañar en el viacrucis de la vida
personal de cada uno por nuestra madre del cielo que vivió el Viacrucis de su
Hijo Jesucristo.
5ª estación: El cirineo ayuda
al Señor a llevar la cruz. Dios pone a cirineos en nuestra vida, personas que
hacen más llevadera nuestra propia cruz. En mi caso, mi esposa, mis hijos,
familia y amigos que han sabido poner alegría y esperanza en mi corazón. Seamos
también nosotros cirineos en la vida de las personas que Dios vaya poniendo en
nuestra vida.
6ª estación: La Verónica
enjuga el rostro de Jesús. El alma fatigada, el espíritu cansado agradece
infinito la presencia de una Verónica que refresque nuestro rostro. Pensemos y
agradezcamos a todas aquellas personas que un día fueron capaces de poner un
poco de luz, de serenidad, en nuestras vidas agitadas.
7ª estación: Segunda caída en
el camino de la cruz. Creemos que estamos convertidos, que tenemos una fe
fuerte, nada nos hará tambalearnos. Qué equivocados estamos, solo la gracia de
Dios, que se manifiesta por el Espíritu Santo, puede hacer que nos vayamos
convirtiendo, que toda nuestra vida sea un Conversión.
8ª estación: Jesús consuela a
las Hijas de Jerusalén. Descubrir la causa de las propias lágrimas para pedir
consuelo. Poner misericordia en nuestros actos para ser el consuelo de nuestro
prójimo.
9ª estación: Jesús cae por
tercera vez. Ya se vislumbra el Calvario, se acerca el final y nos dejamos
llevar por la inercia de creer, que como hace muchos años que estamos en la
Iglesia ya somos “buenos”. De nuevo aparece el orgullo, la vanidad y volvemos a
caer, como tantas veces. Pero, la misericordia de Dios es infinita y nos vuelve
a levantar, nos da la mano. Nos acercamos al sacramento de la Reconciliación y
nos acaricia el alma derrotada para sanarnos y ponernos de nuevo llenos de
gracia.
10ª estación: Jesús despojado
de sus vestiduras. Miro al Cristo yacente y lo veo apenas cubierto por un breve
lienzo y pienso en cuantas veces soy capaz de despojar a los demás de las
vestiduras de su dignidad, de su honra, de su honor, con mis palabras. Cuanto
necesito que Dios me de la gracia de ver a los demás como hermanos y hermanas
preciosos porque comparten mi dignidad de Hijos de Dios.
11ª estación: Jesús clavado en
la cruz. Se comienza a materializar la injusticia, el Justo va a ser
crucificado por mis pecados. Voy siendo consciente que mi vida contribuye a esa
crucifixión, mis actos son pequeños martillazos sobre las manos de Cristo. Lo
que hiciereis por uno de estos, por mí lo hacéis. Que tremenda responsabilidad,
que confianza. Conversión.
12ª estación: Jesús muere en
la cruz. Muere por amor, amor infinito, amor que trasciende el tiempo y el
espacio. Amor en mayúsculas. Amor que llama al amor. Sigamos al Amor que nos ha
mostrado el camino.
13ª estación: Jesús en brazos
de su madre. Al final, como al principio, siempre está la Madre, María. Ella
acoge a su hijo muerto en los brazos, como lo hizo cuando llegó a la vida. Ella
nos muestra que siempre llegamos a Jesús por ella. Dejarnos llevar por ella en
nuestra vida, nos acerca cada vez más a Jesús. Ella es el “regalo” de Jesús en
su despedida: “Mujer, ahí tienes a tu hijo, hijo ahí tienes a tu madre”. Ella
es mi refugio, mi descanso, la que me levanta y me dice; haz lo que Él te diga.
Hágase tu voluntad.
14ª estación: El cadáver de
Jesús puesto en el sepulcro. Esta imagen que acompañamos, este Jesús yacente,
nos indica que todo se ha cumplido, el sello entre Dios y el hombre, roto por
el pecado se ha restablecido. La Nueva Alianza está vigente. Cristo ha pasado
por el sepulcro para resucitar, ha roto las puertas de la muerte para la vida
eterna. Ha comprado nuestra libertad, ha roto el yugo del pecado. Podemos
mostrar al mundo la misericordia divina, el perdón.
Estas pequeñas reflexiones
fueron motivadas por las meditaciones de las estaciones del Viacrucis y la
oración personal en días posteriores. Solo quiero compartirlas con vosotros y
solo pediros comprensión por este torpe aprendiz de plumilla.
Enrique Román Sedano
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