"La Silla de Enea" 🪑

martes, 28 de febrero de 2023

El pasado viernes, primero de Cuaresma, tuve ocasión de vivir el Viacrucis de las hermandades de Lora del Río. En esta ocasión, acompañando al Santísimo Cristo Yacente de la Real Hermandad del Santo Entierro de Ntro. Señor Jesucristo y María Santísima de las Angustias. Después de la Eucaristía, iniciamos un camino espiritual por la Vía Dolorosa hasta el Calvario, la meditación de las estaciones nos fue acercando al Misterio con mayúsculas, como Dios se encarna en su Hijo Jesucristo para nuestra salvación.

 

En el Evangelio de Lucas, el evangelista expresa en diversas ocasiones que María, ante las palabras, los milagros, la misión de Jesús, guardaba todas estas cosas en su corazón. Ese es el secreto para vivir este Misterio que da sentido a nuestra fe. María, maestra en la fe, nos enseña que, solo pasando, la Pasión de Jesús por el corazón, podemos Creer. La misma etimología de la palabra “Creer” nos dice que su origen está en poner el corazón.

 

La meditación de cada estación, fue un regalo, caminar al lado de la sagrada imagen, sentir cerca el Misterio que expresa este Cristo yacente, despojarte de tus preocupaciones y hacer silencio interior para dejarte llenar por Él. Cada estación permite acercarte a ese camino propio y también de nuestros hermanos que nos lleva a la cruz. Poder como Jesús abrazarte a esa cruz, la de tu propia vida.

 

1º estación: Jesús sentenciado a muerte. Cuantas veces condenamos a muerte a las personas que se cruzan en nuestra vida. Con nuestros comentarios, sentencias, críticas… La sentencia a muerte en la guerra, la pobreza, el aborto. Tantos cristos de este mundo.

 

2ª estación: Jesús cargado con la cruz. Cada uno carga con su cruz, pero Cristo nos enseña que Él carga con nuestras cruces, si creemos, Él nos cogerá en sus brazos y hará como dice la escritura, el yugo ligero y la carga llevadera.

 

3ª estación: Jesús cae, por primera vez, bajo el peso de la cruz. Cuantas veces caemos y cuantas volveremos a caer, muchas veces la cruz nos pesa mucho, en otras tropezamos. Pero, siempre debemos ponernos de pie, intentarlo, pedir a Dios que nos ayude, pedir a nuestros hermanos que nos ayuden.

 

4ª estación: Encuentro con la Virgen. Ella es la Madre que nos acompaña siempre, como hizo con su hijo. Siempre está ahí, pendiente, dispuesta a escuchar, la caricia constante del alma atribulada. Que hay mejor que dejarse acompañar en el viacrucis de la vida personal de cada uno por nuestra madre del cielo que vivió el Viacrucis de su Hijo Jesucristo.

 

5ª estación: El cirineo ayuda al Señor a llevar la cruz. Dios pone a cirineos en nuestra vida, personas que hacen más llevadera nuestra propia cruz. En mi caso, mi esposa, mis hijos, familia y amigos que han sabido poner alegría y esperanza en mi corazón. Seamos también nosotros cirineos en la vida de las personas que Dios vaya poniendo en nuestra vida.

 

6ª estación: La Verónica enjuga el rostro de Jesús. El alma fatigada, el espíritu cansado agradece infinito la presencia de una Verónica que refresque nuestro rostro. Pensemos y agradezcamos a todas aquellas personas que un día fueron capaces de poner un poco de luz, de serenidad, en nuestras vidas agitadas.

 

7ª estación: Segunda caída en el camino de la cruz. Creemos que estamos convertidos, que tenemos una fe fuerte, nada nos hará tambalearnos. Qué equivocados estamos, solo la gracia de Dios, que se manifiesta por el Espíritu Santo, puede hacer que nos vayamos convirtiendo, que toda nuestra vida sea un Conversión.

 

8ª estación: Jesús consuela a las Hijas de Jerusalén. Descubrir la causa de las propias lágrimas para pedir consuelo. Poner misericordia en nuestros actos para ser el consuelo de nuestro prójimo. 

 

9ª estación: Jesús cae por tercera vez. Ya se vislumbra el Calvario, se acerca el final y nos dejamos llevar por la inercia de creer, que como hace muchos años que estamos en la Iglesia ya somos “buenos”. De nuevo aparece el orgullo, la vanidad y volvemos a caer, como tantas veces. Pero, la misericordia de Dios es infinita y nos vuelve a levantar, nos da la mano. Nos acercamos al sacramento de la Reconciliación y nos acaricia el alma derrotada para sanarnos y ponernos de nuevo llenos de gracia.

 

10ª estación: Jesús despojado de sus vestiduras. Miro al Cristo yacente y lo veo apenas cubierto por un breve lienzo y pienso en cuantas veces soy capaz de despojar a los demás de las vestiduras de su dignidad, de su honra, de su honor, con mis palabras. Cuanto necesito que Dios me de la gracia de ver a los demás como hermanos y hermanas preciosos porque comparten mi dignidad de Hijos de Dios.

11ª estación: Jesús clavado en la cruz. Se comienza a materializar la injusticia, el Justo va a ser crucificado por mis pecados. Voy siendo consciente que mi vida contribuye a esa crucifixión, mis actos son pequeños martillazos sobre las manos de Cristo. Lo que hiciereis por uno de estos, por mí lo hacéis. Que tremenda responsabilidad, que confianza. Conversión.

 

12ª estación: Jesús muere en la cruz. Muere por amor, amor infinito, amor que trasciende el tiempo y el espacio. Amor en mayúsculas. Amor que llama al amor. Sigamos al Amor que nos ha mostrado el camino.

 

13ª estación: Jesús en brazos de su madre. Al final, como al principio, siempre está la Madre, María. Ella acoge a su hijo muerto en los brazos, como lo hizo cuando llegó a la vida. Ella nos muestra que siempre llegamos a Jesús por ella. Dejarnos llevar por ella en nuestra vida, nos acerca cada vez más a Jesús. Ella es el “regalo” de Jesús en su despedida: “Mujer, ahí tienes a tu hijo, hijo ahí tienes a tu madre”. Ella es mi refugio, mi descanso, la que me levanta y me dice; haz lo que Él te diga. Hágase tu voluntad.

 

14ª estación: El cadáver de Jesús puesto en el sepulcro. Esta imagen que acompañamos, este Jesús yacente, nos indica que todo se ha cumplido, el sello entre Dios y el hombre, roto por el pecado se ha restablecido. La Nueva Alianza está vigente. Cristo ha pasado por el sepulcro para resucitar, ha roto las puertas de la muerte para la vida eterna. Ha comprado nuestra libertad, ha roto el yugo del pecado. Podemos mostrar al mundo la misericordia divina, el perdón.

 

Estas pequeñas reflexiones fueron motivadas por las meditaciones de las estaciones del Viacrucis y la oración personal en días posteriores. Solo quiero compartirlas con vosotros y solo pediros comprensión por este torpe aprendiz de plumilla.

 

Enrique Román Sedano

 


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